domingo, 27 de septiembre de 2009

Aljafería y bolos

Ya llevo unos cuantos viajes a Zaragoza pero hasta ahora no había entrado en el Palacio de la Aljafería. Pintaba bien con ese aspecto fortificado y un super-foso. Pero el interior me ha dejado muy sorprendido. Y es que la "ignorancia es atrevida", ya lo decía una antigua profesora, y lo que no sabía es que es un edificio cívil importantísimo. En su interior un palacio islámico, con sus arquerías y acequias, un palacio cristiano medieval, con salas mudéjares y un palacio de los Reyes Católicos, con su gran Salón del Trono, decorado con las piñas y demás símbolos fetichistas de la peculiar pareja. Los edificios aparecen pegados y a veces superpuestos pero se diferencian perfectamente. Después de tanta residencia real, el edificio fue transformado en ciudadela/fortín y finalmente hace casi 25 años construyeron en el recinto el salón de plenos de las Cortes de Aragón, el parlamento autonómico. Total, que el edificio resume y muestra más de 1000 años de la historia de Aragón y España. Un desperdicio que no sea más conocido y publicitado.
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Para completar el periplo por la arquitectura civil histórica, nos fuimos tras la visita guiada a la Aljafería, al Centro Comercial Plaza, el último construido en Zaragoza. Jugamos a los bolos con unos amigos maños, una actividad de ocio estupenda para este inicio de otoño, que invita a irse recogiendo un poco. Para acabar el día cometimos el error de ver Malditos Bastardos, la última de Tarantino, dos horitas y media con demasiados disparos, cuchilladas y sadismos varios, que arruinan una historia que podía salvarse si tuviera un punto menos de crudeza.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Boda Nº 4

Tengo poca experiencia en bodas, y tampoco quiero tener más porque no me gustan. La del sábado pasado hacía la Nº4 y fue en la que me lo pasé mejor. Todas las experiencias anteriores fueron muy diferentes, así que tampoco puedo decir que son todas iguales y por eso me aburren. En mi caso, pocas y diversas: una boda hetero en Galicia de una íntima amiga de Ana, cuando los dos teníamos ventitantos, una boda gay en Granada de un amigo de la infancia, a la que acudí con un noviete de Berlín y finalmente la boda de una amiga turca con un alemán, en barco por el Bósforo. En esta cuarta ocasión, la boda fue en Mondariz y de un familiar no sanguíneo. Se casaba el hijo de mi madrina y a su vez ahijado de mis padres.
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La amistad entre mis padres y mi madrina se remonta a su adolescencia, cuando ellos eran ya novios y mi madrina tan sólo una niña de unos 9 años. Han pasado casi 70 años y me da vértigo pensar todo lo que han vivido juntos y todo lo que ha pasado en el mundo desde entonces. Es una amistad digna de novela de Isabel Allende, que atraviesa generaciones y grandes acontecimientos históricos. Por todo eso, supongo que esta boda era algo especial y me planteé desde el principio, hace ya un año, que tenía que asistir. Me lo pasé bien porque asistí a la ceremonia religiosa con la curiosidad de observar todo el ritual en detalle, y presté atención a cada palabra del cura (jovencito y con un toque algo alternativo). La parte gastronómica y fiestera también fue agradable, en una mesa con toda mi familia, todos de buen rollo. Bailé y todo, así que más de uno se quedó sorprendido de verme tan animado y no en plan seta.
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Además de la boda, aproveché para prolongar el fin de semana y disfrutar de los últimos días de playa, antes de que llegara este otoño adelantado. Los días fueron tan despejados y soleados que me han dejado un recuerdo de final del verano estupendo. En la foto, vista del Río Miño desde el jardín de la Catedral de Tui, un lugar estupendo para disfrutar del final de una tarde de verano.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Templos, castillos y tatamis

Me he quedado un poco pillado con el Sintoismo, esa religión japonesa que suena tan antigua, cogiendo elementos del budismo pero fusionándolos con el politeismo. Hay toda una parafernalia de zorros y ciervos que representan dioses e innumerables puertas naranjas para entrar a los santuarios, que pueden encontrarse tanto en el medio de una ciudad como en el medio de un bosque y están siempre abiertos. Por su parte los templos budistas de Japón son impresionantes en sus dimensiones y en su variedad. Kyoto en particular tiene docenas de templos, a cada cual más increible, algunos son recintos inmensos con docenas de edificios. Pabellones enormes de madera, grandes imágenes de Buda, olor a incienso permanente, rezos repetitivos de los monjes... En general, todo transmite una experiencia de una religiosidad más amable y agradable que la católica con su glorificación del sufrimiento.
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La arquitectura tradicional japonesa está basada en madera y eso, junto a la costumbre de descalzarse, hace de cualquier visita a un templo, castillo o palacio, una experiencia muy relajante. Andar descalzo imprime otro ritmo a la visita, aunque a mi lo que me suele generar son ganas de sentarme o tumbarme en los tatamis. Los castillos son muy sorprendentes porque no tienen nada que ver con los occidentales. La torre principal es piramidal y el tipo de cubiertas y tejados triangulares le dan un aspecto menos hostil que los castillos medievales europeos. Los palacios y villas, por su parte, son una sobredosis de galerías, puertas correderas y espacios abiertos. Los patios interiores siempre están ocupados por un cuidado jardín japonés, con su arenita en diseño geométrico y sus perfectamente colocadas plantas o bonsais. Dan ganas permanentes de quedarse a tomar un té en una de esas habitaciones con vistas al jardín.



sábado, 5 de septiembre de 2009

Japón en tren




















No había viajado nunca por un país en tren. Mi modelo habitual de viaje era el de alquilar un coche en la capital y hacer recorrido de ida y vuelta. Me ha gustado esta experiencia, por un lado porque te fuerza a viajar ligero de equipaje y eso es muy cómodo. Pero supongo que sobre todo influye en mi valoración el hecho de que Japón es el país ideal para viajar en tren: circulan por la izquierda como en UK y eso siempre quita las ganas de conducir, y su red ferroviaria cubre todo el país de forma muy eficiente. El "Japan Rail Pass" te da acceso ilimitado a esa red, incluyendo los trenes "shinkansen" o bala por lo que, incluso con pocos días, haciendo bases en Tokyo y Kyoto es posible visitar los puntos principales del país. Todo el sistema funciona a la perfección, con frecuencia, puntualidad y limpieza. El enigma por resolver es saber por qué los japoneses duermen tanto en los trenes y metros. Supongo que invierten mucho tiempo viajando en vagones y descansan poco, pero es curioso ver a tanta gente durmiendo profundamente.